En una época tan turbulenta y llena de incertidumbres causadas por la pandemia de COVID-19, los supermercados luchan por mantener la oferta de productos como papel higiénico, alcohol en gel y demás. Muchos han aprovechado para destacar la gran labor de la Fabrica Nacional de Licores (FANAL) ante esta crisis y con ello justificar su existencia. En nuestro artículo anterior señalamos varios problemas con dicha institución y lo innecesario que es su monopolio. Ahora aprovecharemos para abordar el tema desde el contexto actual.
Al leer los elogios a la FANAL que rondan en redes sociales muchos obvian el importante hecho de que dicha fábrica es la única en el país que puede producir productos de alcohol y esta delega dicha facultad a la Liga Agrícola Industrial de la Caña de azúcar (LAICA). La administración de esta empresa ha sido tan nefasta que no se conoce la magnitud de sus pérdidas ni sus actuales pasivos. Adicionalmente, si una institución solo es beneficiosa en la rara ocasión de una pandemia y el resto del tiempo solo representa una traba económica y pérdidas de fondos públicos, ¿vale la pena tenerla?
En países como los EEUU existen varias empresas y destiladoras privadas que han empezado a producir alcohol en gel para regalarlo a sus comunidades. En Francia LVMH, el enorme conglomerado dueño de marcas de lujo como Louis Vuitton y Moët, ha decidido redirigir sus fábricas para la producción en masa de este producto y así poder contribuir al suministro de desinfectantes. Lamentablemente, dichas acciones solidarias son imposibles en nuestro país por el monopolio que posee la FANAL. Esto no quiere decir que en emergencias y situaciones delicadas como la de hoy en día no exista un rol para el Estado y todo se deba dejar a la merced del libre mercado.
Una posibilidad mucho más eficiente que seguir manteniendo a la FANAL y su exclusividad en la destilación, es que el Gobierno brinde apoyo y fondos de emergencia a las futuras destiladoras nacionales de tal manera que estas aumenten su producción y enfrenten la crisis en conjunto. Por otro lado, instituciones como la CCSS, por medio de fondos públicos, podrían adquirir grandes cantidades y distribuirlas a la población. También se pueden implementar multas a aquellos que amontonen cantidades obscenas de estos productos esenciales como se ha hecho en Corea del Sur. Si bien no se puede descartar la ayuda fraternal de la FANAL en estos tiempos, es imperativo que después de la crisis el país no olvide los pasos necesarios y se tomen las decisiones correctas con respecto al futuro de organismos públicos como la FANAL.