La semana pasada señalé la importancia del constante escrutinio de las acciones de los políticos – especialmente durante una crisis – para salvaguardar nuestras libertades. Fue de mi asombro que tan siquiera un llamado a exigirles respuestas a los políticos y examinar sus estrategias fuera recibido con tanta resistencia por muchos. Muchos se esconden detrás del argumento “es muy fácil criticar y no proponer soluciones” para justificar su resistencia al escrutinio de los gobernantes. Por lo tanto, he decidido compartir mis pensamientos acerca del virus y posibles soluciones.
Primero, las autoridades deben parar de omitir que hay una única manera de eliminar una pandemia: desarrollando inmunidad. Hay dos maneras de desarrollar inmunidad, vacunando a un porcentaje importante de la población o con inmunidad de rebaño, la cual consiste en exponer a un porcentaje importante de la población al virus (entre 50-66%). “Aplanar la curva” únicamente funciona para no saturar los servicios de salud. Por esta razón, es imprescindible tener una estrategia a mediano y largo plazo, considerando que tendremos más de una ola de infecciones y que la vacuna puede tardar entre 12-18 meses en fabricarse de acuerdo a las estimaciones más optimistas.
El Ministro de Salud podría hacer las conferencias de prensa junto con el Ministro de Hacienda para explicar el costo-beneficio de sus medidas. Una política pública adecuada, en mi opinión, debe balancear la protección de ciudadanos de morir por una actividad o enfermedad y el beneficio de mantener la economía abierta. Por ejemplo, alrededor de 1.4 millones de personas pierden la vida en accidentes de tránsito anualmente. Adicionalmente, entre 30 a 50 millones sufren heridas “no letales”, que, si bien no causan muerte, dejan discapacidades a largo plazo (brazo amputado, no poder caminar, etc.). ¿Por qué nadie aboga por la completa abolición de los carros? Ciertamente salvaríamos a millones de personas. Porque se entiende que mientras unos se mueren, la gran cantidad de la población se ve beneficiada por automóviles. En vez, optamos por medidas para reducir las muertes como límites de velocidad, semáforos, entre otros. Ciertamente una pandemia es diferente, pero el análisis costo-beneficio debe mantenerse. Las políticas públicas deben ser enfocadas en cómo mantener al país abierto mientras se toman medidas para reducir la cantidad de muertes.
Suecia y Corea del Sur son dos países que hasta el momento han controlado el virus sin políticas tan invasivas. Actualmente en Suecia, los restaurantes continúan abiertos y el curso lectivo de primaria no fue suspendido. El gobierno ha optado por aislar a los más vulnerables y fomentar al máximo la higiene personal. La población (no vulnerable) poco a poco se infectará del virus y se espera llegar a un porcentaje suficiente para crear inmunidad de rebaño sin saturar los servicios de salud. El epidemiólogo líder en Suecia, Andres Tegnell, defendió la sostenibilidad de su estrategia dado que «encerrar a las personas no funcionará a largo plazo. Tarde o temprano la gente va a salir de todos modos.” Corea del Sur ha optado por una estrategia similar en cuanto a apertura. Sin embargo, ellos han facilitado pruebas masivas (aun a los asintomáticos) y han fomentado el uso de máscaras en la vía pública.
Considero que Costa Rica debe implementar una fusión de ambas políticas, tomando en cuenta la capacidad de nuestro sistema de salud. Debemos movernos rápidamente para acumular kits de pruebas y máscaras de una manera constante. Habilitando puntos estratégicos a lo largo del país, incluyendo ubicaciones “drive throughs”, se lograría hacerle pruebas regularmente a la población e ir aislando a los contagiados. Adicionalmente, se debe fomentar el uso de máscaras en la vía pública para disminuir la cantidad de contagios y la higiene, mientras los más vulnerables se mantienen aislados. Aquellos que salgan sin máscaras, en contra de las recomendaciones, y se contagien, contribuirán al objetivo de largo plazo de desarrollar inmunidad al virus. Cabe notar que el costo de adquisición de pruebas y máscaras son mínimos comparado a un cierre total. También hay muchos costarricenses que estamos dispuestos a contribuir voluntariamente – se me ocurre empezar un programa de “pague su prueba y la de alguien que no puede” para mitigar un eventual default del Estado.
Los políticos, además de no tener plan de reactivación económica, parecen no tener soluciones de mediano plazo más que paralizar el país. Cerrar indefinidamente limita el número de contagios y muertes por Covid-19, pero es insostenible a mediano plazo, nos arriesgamos a tener muertes de otras índoles, pobreza y revueltas sociales. La cura no puede ser peor que la enfermedad.
Carlos Alvarado hoy escribió que no se puede dejar que una crisis se desperdicie para “hacer lo que teneos que hacer” en cuanto a reformas. Seis años del PAC nos deja claro que sus reformas sirven únicamente para beneficiar al político a costas del pueblo, limitar nuestras libertades, robarle la plata a los ticos (más impuestos para financiar chorizos y Cementazos), espiar a los ciudadanos (UPAD) y más. El historial del PAC nos obliga a mantenernos con escepticismo saludable, aplaudiendo lo positivo y denunciando lo negativo.