La actual pandemia de COVID-19 ha expuesto varios problemas con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y su peligrosa relación con el régimen autoritario de China. La pobre respuesta de la OMS y su tendencia de reproducir cualquier información proveniente de Beijing, por más falsa que sea, ha demostrado la corrupción política dentro de esta entidad internacional. Esta realidad deja a los líderes mundiales con gran preocupación y ha llevado al G7 a pedir reformas en esta organización.
Desde el inicio del brote de coronavirus, la OMS publicó información falsa por medio de Twitter, donde repetía propaganda china que afirmaba que el COVID-19 no era transmitido de humano a humano. Adicionalmente, cuando varios doctores en China y Taiwán cuestionaban las mentiras oficialistas, la OMS aplaudía la respuesta del régimen autoritario. Es tal la incompetencia, que cuando países empezaron a restringir viajes y cerrar fronteras, la OMS criticaba estas decisiones y las declaraba innecesarias.
Esta complicidad no es de extrañarse, más aún cuando esta entidad es dependiente de dinero chino y su Partido Comunista. Sin embargo, la necesidad de una OMS transparente e imparcial llama a un análisis extenso de sus estructuras y la propuesta reforma debe ser efectuada lo más antes posible.
Otro caso preocupante es la relación de esta entidad con Taiwán, cuyo ingreso a la OMS fue bloqueado por China en el 2015. En este caso, la OMS ignoraba, desde el comienzo de esta crisis, cualquier recomendación proveniente de la democracia asiática. En vez de tomar una postura en pro de la salud humana y seguir los consejos de Taiwán, que actuó rápidamente en contra del coronavirus y ha frenado su esparcimiento de manera exitosa, la OMS se prestó como herramienta del Partido Comunista Chino y se negaba a compartir cualquier información proveniente de este país, dando prioridad a las mentiras propagandísticas.
Cuando previo a la pandemia existían fricciones y preocupaciones por el régimen chino, no queda duda alguna de que la comunidad internacional debe cambiar sus relaciones con el gigante asiático. Es extremadamente preocupante que la Organización Mundial de la Salud ponga la política antes que la salud mundial. Si bien es cierto que líderes como Donald Trump se están aprovechando de la incompetencia de la OMS y utilizándola como chivo expiatorio para excusar su dudosa respuesta contra la pandemia, no resta mérito al llamado de reforma y el fallo por parte de esta entidad internacional sigue siendo más real que nunca.