El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones y este es el caso del proyecto de ley que pretende regular las tasas de interés de todos los productos crediticios y definir qué porcentaje se debe considerar usura. Sus principales promotores son el diputado Welmer Ramos y el liberacionista David Gorzoung, que juntos han logrado no solo el apoyo de otros diputados, sino también el del pueblo.
Cuando se plantea una ley para “reducir las tasas de interés” es casi imposible estar en contra de dicha meta, sin embargo, las medidas de este proyecto no lograrían la deseada reducción. Al contrario, generarían escasez de crédito y dejarían por fuera a más de 400 mil costarricenses, según lo estiman varios economistas. Asimismo, se generaría una fuga al mercado negro y a los prestamistas informales, los famosos “narco créditos”, donde aquellos con necesidad de financiamiento tendrán que enfrentarse con un ambiente mucho más abusivo, carente de regulaciones y garantías estatales.
Este tema se ha manejado de manera demagógica, populista y simplemente irresponsable por parte de los diputados que lo impulsan y lo han convertido en una decisión política cuando la misma debería de ser técnica. Además, lo han vendido como una forma de reducir las tasas de interés, lo cual es una falacia, ya que dichas reformas no pueden ser retroactivas y por lo tanto no afectarían los créditos ya existentes. Lastimosamente, vemos cómo se aprovechan de la crisis actual para justificar la ejecución de sus metas políticas ya existentes puesto que desde diciembre del año pasado intentan pasar este proyecto de ley.
Han desoído todas las recomendaciones de expertos y técnicos del sector financiero y, de aprobarse, esto tendría efectos nefastos para la población más vulnerable, agravando aún más la crisis económica generada por el COVID-19. Tomando en cuenta la delicada situación alrededor del país, queda claro que no hay peor momento para aprobar iniciativas de esta índole.
Requiere cierta valentía oponerse a un proyecto como este, que ha sido popularizado por medio de desinformación y engaños al pueblo costarricense. A todo aquel que alce una crítica en contra del proyecto, por más pequeña que sea, se le etiqueta de usurero o de vocero del sector bancario. Con estos ataques personales tan vacíos, es como eluden discutir el contenido del proyecto y defender sus muy claras fallas. Por lo tanto, es de elogiar la posición de diputados como Erick Rodríguez Stellar, quien ha planteado varias mociones para atacar los problemas estructurales del proyecto de ley a expensas de su imagen y de ser encasillado como “comprado por los bancos”.
Por supuesto que a todos nos gustaría contar con menores las tasas de interés en nuestros créditos. Pero el problema no se arregla estableciendo ciegamente un precio máximo y arbitrario a todos los productos de crédito; se resuelve con educación financiera de toda la población y con mayor competitividad en la oferta de productos crediticios. Es necesario alejarse de las costumbres materialistas y ver el crédito como una herramienta para la inversión y no para el consumo.