La viabilidad de cuarentena en el Tercer Mundo

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Artículo de opinión

Este artículo representa la opinión de su autor y no necesariamente la posición editorial de SOMA CR.

Épocas lóbregas y tenebrosas son las que hemos presenciado en este año 2020, siendo partícipes de acontecimientos que significativamente marcarán uno de los tantos lunares históricos a nivel mundial. La pandemia del COVID-19 nos ha dejado una serie de enseñanzas que deben guiarnos a partir del “amanecer” socioeconómico que surgirá a partir del cese de medidas sanitarias por parte de las autoridades gubernamentales de Costa Rica; sin embargo, cuando hablo de enseñanzas o aprendizajes, no me refiero a los diversos aspectos de salubridad e higiene que tanto nos están inyectando diariamente los medios de comunicación, los cuales ya se encuentran establecidos y consagrados en la sociedad y que, a largo plazo, traerán beneficios exorbitantes; sino que, hago referencia a las medidas empresariales y financieras que deberán tomar cada uno de los actores que ejercen el comercio en este país como un plan de salvaguarda y mitigación a mediano y largo plazo. 

Algo que nos han dejado claro las autoridades gubernamentales es que la economía ha pasado a un segundo plano. Aquel foco o columna inmensa que mueve el desarrollo de un país ha sido disminuida y falsamente cobijada por una cuarentena absolutamente discriminatoria. Es sabido por los estudiosos de la materia que la economía privada es el sustento y base para construir una sociedad saludable, y el hecho de limitarla se considera casi igual a un suicidio estatal. De hecho, el autor Javier Milei ha señalado que “este tipo de cuarentena está matando la economía”, lo cual me lleva a la interrogante de si el Gobierno de Costa Rica tiene realmente claro lo delicado que resulta tomar medidas sanitarias de forma arbitraria, ya que, si bien es cierto hemos sido un ejemplo en el manejo de la pandemia, ¿cuál será el precio -a largo plazo- que deberemos pagar en contraprestación?

Me es preocupante pensar en lo que significa esto para los pequeños y medianos emprendedores, a tal punto de que muchos de ellos han dado un giro de 180 grados a sus labores para ver de qué forma llevan comida a sus casas, porque si bien no están siendo víctimas de COVID-19, podrían llegar a morir de hambre como efecto directo hacia sus bolsillos. La defensa del Gobierno ha sido mencionar su labor con los bonos otorgados, restricciones “balanceadas”, pero desde afuera la realidad es muy distinta, no son medidas verdaderamente efectivas que vayan a solventar la problemática que se avecina para Costa Rica a nivel económico. Incluso los burdos kirchneristas sudamericanos han llegado a pronunciarse al respecto de la necesidad de más intervencionismo estatal con el fin de mitigar el efecto “pandemia” que sufren las pequeñas y medianas empresas, lo cual resulta absolutamente ridículo e impensable. Estos han propuesto que el Estado tome posesión de algún sector de las empresas y así las nutra con recursos para no dejarlas morir. Si bien esto no lo veo viable en nuestro país, debido a las altas regulaciones que existen para evitar esa relación dispareja entre administración-administrados, es realmente preocupante a lo que han llegado las mentes vacías de izquierda, quienes buscan que el Estado sea la respuesta y solución financiera, absorbiendo nuevos recursos privados totalmente separados de los que ya de todas formas succionan día a día.

Lo que sucede es que muchos de nosotros hemos sido privilegiados, tenemos la suerte de mantener nuestros trabajos, los cuales se han configurado como “work from home” y los ingresos prácticamente han quedado intactos, al menos en su mayoría; no obstante, nuestro vecino no necesariamente la está pasando bien, se ha quedado sin ingresos casi que de la noche a la mañana y la población más vulnerable, sea esta indígena, adultos mayores, entre otros, han tenido restricciones de movilidad que complican enormemente su calidad de vida, pero la tendencia ha sido #QuedateEnCasa. No, sencillamente existen personas que no pueden y no se van a quedar en casa, y para eso el Gobierno previó que ante las restricciones se presentaran documentos que acreditaran tanto la labor de los ciudadanos, como las razones de su circulación, lo que deja en el arbitrio de las autoridades de tránsito la decisión final, que dicho sea de paso, muchos de ellos no tienen ni la más mínima preparación para la valoración e interpretación de documentos de índole privada. 

Milei ha señalado que es grandísimo el daño que están causando los infectólogos y expertos en salud a nivel mundial, los cuales no tienen la mínima idea en economía, y además ha tildado que el modelo de cuarentena que se está aplicando resulta, de manera filosófica como un delito de lesa humanidad (dentro del cual entra el tema de los impuestos por la degradación de la propiedad). A nivel global, el capital empresarial se está perdiendo y es esencial para recuperar la economía de un país. Es lamentable como se está desangrando al sector privado, siendo que el Estado no produce absolutamente nada, el capital nace, crece y se reproduce en el sector privado. No se puede limitar el giro de una actividad privada y de igual forma regular planillas, salarios y cobrar los impuestos que requiere su actividad, de esa forma se aniquila totalmente una empresa. 

Lo cierto del caso es que las medidas en Costa Rica han ido en disminución y poco a poco se ha ido reactivando la economía, pero el tema va más allá. La situación no es concreta, los comerciantes se están viendo en incertidumbres graves y el Estado parece no responder. Es urgente que se priorice la economía en el mismo plano de la salud, sin salud no hay economía, pero sin economía tampoco hay salud. 

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