Escribo esto el viernes 29 de mayo, un día después de que se hiciera pública la renuncia del Ministro de Hacienda, que fue traído desde un alto puesto de burócrata internacional con el fin de dar seguridad a los mercados y “tomar” las decisiones difíciles que las circunstancias obligan a Costa Rica; siendo que, habría sido imposible fracasar más miserablemente en esa tarea.
Hoy viernes la deuda publicada internacionalmente por Costa Rica sufrió un golpe importante en su valoración, elevando considerablemente el monto que el gobierno costarricense deberá cancelar para mantenerse al día con la deuda, borrando aquel dicho oficial que tanto se dijo durante la última discusión para la aprobación de EUROBONOS: “estamos cambiando deuda cara por deuda barata…”, este comportamiento en los mercados internacionales no nace de la nada, es completamente justificado; ANFE, en conjunto con muchísimos miembros de la sociedad civil tenemos muchísimos años escribiendo, publicando, mencionando en cada entrevista y en cada conversación sobre la necesidad imperativa que tiene Costa Rica para controlar su gasto y limitar la emisión de deuda interna y externa, además de que el tamaño de nuestro Estado no ha dejado de crecer durante los últimos 14 años, a como ha crecido el Estado ha crecido nuestro gasto, nuestra deuda y ha decrecido el bienestar y la prosperidad de la población costarricense.
Presupuestos equilibrados.
Costa Rica ha visto como se ha convertido en un sueño la idea de un presupuesto equilibrado, incluso la irresponsabilidad de la burocracia que gobierna ha sido tan elevada que ni siquiera pueden presupuestar ordinariamente todos los gastos estatales, y para sufragarlos se han tenido que presentar decenas de presupuestos extraordinarios (solo en el 2019 fueron 8) para sufragar los gastos corrientes, han existido condenas constitucionales sobre presupuestos emitidos inconstitucionalmente sin que la sociedad se inmute, han existido pagos que no se encuentran plasmados en la presupuestación; una clara afrenta a la división de poderes entre el ejecutivo y el legislativo, ya ni siquiera existe un contrapeso efectivo para limitar el hábito de gastar más de lo que puede del Ejecutivo, la voracidad fiscal no tiene precedente en la historia costarricense y esa afrenta al poder legislativo implica claramente un irrespeto a los principios democráticos en los que se sentó la constitución de la República.
La situación del irrespeto a los limites entre los poderes de la república es particularmente grave, el Ejecutivo ha demostrado con sus campañas que intenta trasladar cualquier consecuencia negativa de la discusión de presupuestos al Legislativo, quienes han mostrado una cobardía particularmente alta en limitar el poder que ha venido mostrando el ejecutivo, además de allanarse a cualquiera de los abusos y atropellos que se emite desde Zapote, nunca habíamos tenido un ejecutivo tan fuerte y un legislativo tan débil, con control político tímido en temas de gasto y sin levantar la voz con el pago ilegal de deuda que realizó el gobierno de Luis Guillermo Solis y continuó la actual administración, mensaje claro para los inversionistas de que el fallo de nuestro Estado se ha consumado y que existe una gran concentración de poder en torno a la figura del presidente, sin importar la seguridad jurídica y o “las reglas del juego”, con esto Costa Rica demostró que no es un destino seguro y o apetecible, la única solución correcta era presupuestar en tiempo, y si eso no era posible era mejor enfrentar temporalmente el impago de una pequeña parte de la deuda antes de “dar solución” de la manera que se dio, en estas situaciones tan importantes no hay cabida para esos errores infantiles.
Con el nuevo nombramiento del Ministro de Hacienda, queda claro que es imposible que durante este cuatrenio se moleste el ejecutivo de hacer una contención real del gasto, de impulsar una agenda de disminución del Estado o tan siquiera controlar a las decenas de instituciones que se niegan a aplicar la Regla Fiscal (a las que no han eximido del asunto por ley), y con la situación de todas y todos los ciudadanos de este país, así como de nuestras empresas, podemos esperar que la disminución de la recaudación se agravará conforme pasan los meses, poniendo más presión sobre nuestra deuda interna y externa y acercándonos más rápido que lento a la posibilidad de caer en una cesación de pagos, “gran logro” para un país que se muestra incapaz de solucionar un gran problema que tiene una solución relativamente sencilla; hay que contener el gasto público, no hay otra salida, sino terminaremos nuevamente como en 1980, sufriendo los embates de la destrucción generalizada de riqueza, algo que parece que inevitable a este momento.