Conforme se han ido relajando las medidas sanitarias en el país, muchos ciudadanos esperaban con ansias la posibilidad de reabrir sus tiendas, restaurantes y volver a trabajar bajo condiciones más favorables para sus ingresos. Ahora con el nuevo aumento de casos en el país, el más alto hasta el momento, se ha suspendido la tercera fase de reapertura. Esta repentina medida deja confundidas a muchas personas y sin duda alguna significa un gran golpe a negocios como los restaurantes, que posiblemente compraron materia prima con antelación, esperando la clientela del fin de semana.
Muchos podrían argumentar que con la venida de eventos como “El Clásico” del fútbol nacional y el día del padre, dicha medida es necesaria para frenar un mayor aumento en los casos, producto de las inevitables aglomeraciones de este fin de semana. Si esta suspensión de la fase tres es una medida singular y aislada, se podría comprender fácilmente y no habría mucha necesidad de crítica al Gobierno. Sin embargo, la incertidumbre alrededor de estas nuevas restricciones y la falta de un panorama claro para las semanas que se avecinan, crea gran inestabilidad y es necesario que la Administración Alvarado les explique sus metas a los costarricenses lo más antes posible.
Ya los costarricenses hemos visto el fuerte impacto económico que ha causado el virus y a su vez las restricciones para frenarlo, pero sin una vacuna en la cercanía queda claro que volver a “parar” el país es totalmente insostenible y sería probablemente mucho más dañino que el virus. Esto no quiere decir que se deba dejar de tomar cualquier tipo de medida en contra del virus, más bien significa que las nuevas restricciones y políticas tienen que ser menos arbitrarias y más enfocadas. Las medidas contra el virus no deben ser iguales a lo largo del país y se deben mantener las restricciones en las zonas naranjas y las eventuales zonas rojas. Queda claro que debido a la irresponsabilidad e incompetencia del gobierno autoritario de Daniel Ortega, también es necesario tener un gran control en la frontera con Nicaragua.
El impacto económico adicional que implicaría volver a las normas de Semana Santa es uno que destruiría los futuros de muchos costarricenses y pondría a una gran cantidad de familias en riesgo. Ya estamos aceptando el daño inicial de la pandemia pero ahora no cabe duda de que la economía costarricense está al lado de la salud y de ignorar esta realidad, podríamos pagar un enorme precio. El peso de estas decisiones es enorme y es innegable que el Gobierno tiene una enorme presión y responsabilidad de salir adelante. Esperemos que juntos logremos superar esta crisis y que las decisiones tomadas tanto a nivel nacional como a nivel personal sean las más sabias.