Es que en la Granja de los Animales (George Orwell) … “unos son más iguales que otros”.
Este fin de semana fue de antología. Primero el Alcalde de Garabito se rebela y las autoridades cambian de naranja a amarillo. ¿Cómo era la cosa? Entonces aparecen las inconsistencias y los que no habían acatado se percatan de la inmensa falibilidad de las medidas.
El encargado de la vigilancia de la salud se tira una canita al aire … dice que es en “su día libre” y alardea de su paseo en bote (¡puro Gilligan!).
Entonces, ¿cómo era la cosa? …
La playa no es mala en sí misma sino según quien vaya.
Las burbujas admiten interpretación.
Las medidas son según quien las interprete (barbijo, mascareta, cercanía …).
Las actividades económicas se abrirán según quien sea el invitado.
Hay que darle gracias al encargado de la vigilancia de la salud, porque ha terminado de demostrar a los crédulos que algunas medidas son antojadizas, ¿inútiles? e irracionales.
Por ejemplo, la restricción vehicular. ¿Es para evitar las fiestas? No somos discípulos de Maquiavelo, el fin no justifica los medios. Cada medida debe ser racional, razonable, proporcional y necesaria en sí misma. Lo contrario es inconstitucional, así decía la Sala en sus buenos tiempos.
¿Quién se contagia solo en su vehículo?
¿Restringir un 20% el transporte público? ¿Acaso no es más bien una condena al hacinamiento? Los reportajes y fotorreportajes lo demostraron.
El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones … ¡ojalá sean buenas! Creo que hay que cuidarse, creo que somos un pueblo educado, creo en la solidaridad, pero estimo que la manera en que fallos judiciales y decisiones políticas han hecho populismo han terminado por arrebatarnos la CCSS. Ya no es de los asegurados, de los que pagaron, sino de quien llegue primero, aunque mienta, aunque simule, aunque engañe, aunque no haya pagado el seguro …. ¡eso no es solidaridad sino una injusticia llena de estulticia! A los cuatro vientos hemos pregonado nuestra indefensión …
La gente necesita trabajar, caminar, respirar, conversar y otras muchas cosas más. Pagar cuentas, cumplir compromisos, ir a los registros, a los bancos, a los comercios, arreglar goteras, techos, vidrios, paredes, comprar libros. No estamos en guerra sino ante una pandemia cuyos efectos pueden mitigarse con inteligencia. No hace falta matar la economía, terminar de complicar la producción, burlarse de la gente enviándola a coger café.
El miedo es mal consejero … pero peor es la arbitrariedad y la desigualdad.