Para muchos la economía no es más que números o gráficas, pero lo que tal vez desconocen es que la economía es una ciencia social porque justamente trata de estudiar e interpretar el comportamiento humano, algo que es bastante difícil. Con esto en mente es importante comprender la falsa dicotomía que nuestros gobernantes nos han impuesto de elegir entre la economía y la salud.
Pero esto no es más que una falacia, ambas son intrínsecas y necesarias. ¿Por qué? Porque de nada sirve tener un sistema de salud solidario si no hay una economía que sostenga ese sistema o de nada sirve tener una economía si un alto porcentaje de trabajadores padece enfermedades que los harían improductivos.
Nos dicen una y otra vez que la economía puede esperar, que los empleos eventualmente llegarán, pero señores, tenemos más de diez años esperando un verdadero plan o un norte para nuestra economía. Mientras Carlos Alvarado se vanagloria con sus envidiables cifras de un desempleo de un 15%, que son poco menos de 300.000 personas en condición de desempleo, sin contar los miles con contratos suspendidos.
Estamos hablando de personas o familias que han visto sus ingresos reducidos y para rematar agravados, producto de la pandemia (todos en el sector privado, cabe recordar), y el desempleo no es una broma. La caída en los ingresos trae consigo inseguridad, que puede terminar en una eventual ruptura de la paz social de la que tanto hablan los progresistas.
No podemos pensar que el Estado es capaz de mantener una economía a base de subsidios como el bono Proteger y mucho menos un Estado como el de Costa Rica, donde el dinero no sobra.
Esto es alarmante porque hasta el momento tenemos tres meses en confinamiento y muchos expertos aseguran que no hemos pasado ni la peor parte, pero sí somos testigos del cataclismo económico que ha producido la cuarentena. Como mencionamos anteriormente, el desempleo es uno de ellos, pero en la tira tenemos pobreza, inseguridad y crisis fiscal.
Sin empleo, sin ingresos hay desesperación, hay irrupción de la “paz social”, hay hambre. Y esto lo evidencia la ONU, que sin las reformas necesarias la hambruna que se desataría a escala mundial podría tener peores repercusiones que el propio Covid-19, producto de la paralización de la economía y del tránsito comercial entre naciones.
“Mientras enfrentamos una pandemia de Covid-19, también estamos al borde de una pandemia de hambre. También existe un peligro real de que más personas puedan morir potencialmente por el impacto económico de Covid-19 que por el virus en sí”, dijo David Beasley al Consejo de Seguridad de la ONU.
Lamentablemente muchos desacreditan a los que sacan a relucir la economía en las discusiones sobre el coronavirus. Su filtro interno los lleva a afirmar que estas personas no tienen consideración por la vida y solo se preocupan por el dinero. Esta visión limitada supone que la vida solo está amenazada por los virus y que la economía no tiene relación con la preservación de la vida, menciona el Instituto Mises en un artículo de marzo de 2020.
La economía y la vida también van de la mano porque gracias a esto es como logramos tener o comprar nuestros insumos para subsistir. Como dijo Adam Smith, “No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses”.
Cuando este proceso se ve interrumpido por el Estado entran los vacíos del mercado y en el peor de los casos la escasez de bienes o productos y también de empleo.
El país no puede esperar, la economía no puede esperar, la destrucción de la riqueza no tiene precedentes y si queremos salir de esta crisis se requieren medidas que se debieron adoptar hace mucho tiempo y un gobierno claro con sus objetivos para con la economía si quiere evitar una tragedia mayor.