La situación de la economía costarricense es profundamente deplorable, lo recaudado no alcanza para pagar las obligaciones “diarias” del Estado, ya el mercado no es capaz de comprar toda la deuda pública que se publica, el riesgo país aumenta mes a mes considerablemente y para empeorar la situación de manera importante somos incapaces de aceptar que debemos reducir el tamaño del Estado costarricense.
Del presupuesto nacional que recién se comienza a discutir podemos sacar información importante, casi 25% del presupuesto está destinado para pagos de salarios, más del 40% adicional está destinado a pagar deuda en diferentes manifestaciones. El tema principal, que nadie discute, es que simplemente no estamos cortando nuestra dependencia a emitir deuda para conseguir dinero, aún con recortes marginales como los actuales, prácticamente pedimos prestado el mismo monto que recaudamos en impuestos, es decir, por cada 100 que pagamos los costarricenses tenemos que pedir otros 100 más prestados “para llegar a fin de mes”, situación que es sencillamente inaceptable, especialmente si hacemos como don Gerardo Corrales y analizamos la calidad del gasto público; gastamos cantidades enormes de dinero en pensiones, pluses salariales y una mínima cantidad en inversión de infraestructura, siendo que se encuentra ampliamente aceptado que la inversión pagada con recursos frescos puede ser un gran motor para el desarrollo económico y social de un país.
Ahora, este diferencial entre lo recaudado y lo gastado no puede ser solucionado con más impuestos, ya el contribuyente no puede seguir enfrentando las altas cargas tributarias que tiene nuestro país, la ineficiencia de nuestro sistema público y la poca competitividad que tenemos por la cantidad de tiempo que tenemos que desperdiciar en cumplir requisitos regulatorios inacabables y permanentes, siendo que tampoco un impuesto “mágico” como renta mundial nos va a salvar. Como ya he dicho en la presente columna en tantísimas ocasiones anteriores, solo tenemos una posibilidad antes de un descalabro total y profundo, es reducir el gasto público, eliminar instituciones duplicadas o triplicadas y dejar la adoración cuasi religiosa que tenemos por la cosa pública que no sirve, aceptar que hay que enfrentar la difícil discusión sobre limitar el involucramiento del Estado en la Economía y dejar que quienes producen enfrenten menos trabas.
El gasto por el gasto no es ninguna ganga, estamos esclavizando a las personas que se integrarán a la población económicamente activa por los próximos 40 o 50 años, ellos solo podrán usar sus impuestos para pagar el exorbitante “estilo de vida” de la cosa pública actual, mientras no podrán hacer inversiones en salud, educación o infraestructura por pagar el desastre que les dejamos. Una lástima que no hayamos aprendido nada de la dura crisis que nos dejaron los gobernantes de los 60 y 70 y enfrentaron los costarricenses de principios de los 80 y que durante los últimos 20 años hayamos sido incapaces de solucionar los problemas del rampante gasto público, siendo claro que solo tenemos un destino en caso de continuar como vamos, la destrucción de nuestra sociedad económicamente hablando, atrasar las decisiones es solo acrecentar el problema, y cada día que pase sin que vendamos activos y cerremos instituciones significan varios miles de millones de colones adicionales en deuda que tenemos que contraer, y el dinero eventualmente se acaba.