Golpista. Sedicioso. Terrorista.

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Artículo de opinión

Este artículo representa la opinión de su autor y no necesariamente la posición editorial de SOMA CR.

Golpista. Sedicioso. Terrorista. Instigador del rompimiento del orden constitucional. La columna del domingo me generó una andanada de acusaciones como nunca antes había provocado algo que haya escrito. Incluso hay gente que está pidiendo llevarme a la Fiscalía. Sabía que sería polémica y, un día después de su publicación, puedo decirles, con toda sinceridad, que hubiera preferido no escribirla. En momentos en que el país vive un fuerte clima de crispación, hay que ser muy cuidadoso con las palabras y no lo fui. Fui imprudente. Pero también creo que ha habido mucha histeria en algunas de las reacciones, las cuales han sacado totalmente de proporción lo que propuse. Por eso, le debo una explicación a mis lectores:

Por muchos años he escrito en defensa de la institucionalidad democrática del país. En esa tesitura, siempre he denunciado ferozmente a quienes tratan de avanzar una agenda política recurriendo a vías de hecho y a actos de violencia, como los bloqueos de carreteras, por ejemplo. Me llama mucho la atención que algunas figuras que salieron a denunciarme ayer como golpista o anti-demócrata, como Albino Vargas y José María Villalta, son de los principales instigadores o consentidores del cierre de carreteras y de las protestas que muchas veces terminan en violencia contra los efectivos de la Fuerza Pública. De mí nunca encontrarán una foto bloqueando calles, atacando un policía o un artículo diciendo que me paseo en la institucionalidad democrática del país.

Habiendo dicho eso, estoy alarmado ante el paso firme que lleva el país hacia una crisis económica y social como no hemos visto en muchas décadas. Y me alarma no solo la falta de visión y liderazgo del gobierno, sino lo que percibo como acciones deliberadas tendientes a acelerar un pánico en los mercados con tal de forzar la aprobación de más impuestos. La crisis que se nos viene encima no es jugando. Al aumento vertiginoso del desempleo y la informalidad, que ya están aquí, podríamos sumarle una fuerte devaluación, una alza brusca en la inflación, salida de capitales, una crisis bancaria, entre otros males. Las señales están por todas partes. Tan solo ayer se anunció que el BCCR empezará a comprar bonos de Hacienda, es decir, que prenderá la maquinita de imprimir colones para financiar al gobierno central. Repito: vamos dirigidos a una crisis de grandes proporciones.

Creo que muchas personas, incluso algunos de quienes me critican, reconocen que el presidente no está dando señales que tranquilicen. El artículo que Carlos Alvarado publicó el domingo en La Nación es alarmante porque refleja a un presidente desafiante que cree que está haciendo el mejor trabajo que ha hecho ningún mandatario en 30 años. Esa desconexión con la realidad debe preocuparnos a todos.

En la columna de ayer no promuevo un golpe de Estado duro, blando, mojado, seco ni de ninguna naturaleza. Tampoco hago un llamado para que Carlos Alvarado renuncie o deje de ejercer su cargo constitucional como presidente de la República. Lo que planteo es que el presidente nombre una figura de mucho peso como ministro de la Presidencia y permita que este lidere con amplios poderes un gabinete tecnocrático, es decir, un gabinete conformado por figuras apolíticas que son especialistas en sus respectivas carteras. Este escenario que propongo NO podría materializarse sin la venia de Carlos Alvarado. Como lo señaló un amigo, «sería el propio presidente quien decide si lo hace o no, con quien lo hace, cómo lo hace y cuánto espacio daría». Por eso, hablar de un golpe de Estado es ridículo.

Así como al inicio de este gobierno se nombró a un ministro de la Presidencia de otro partido (Rodolfo Piza) y jerarcas de otras tiendas políticas o apolíticos en ministerios e instituciones bajo el nombre de un «gobierno de unidad nacional», lo que propuse es redoblar la apuesta con un ministro de la Presidencia aún más fuerte y un gabinete tecnocrático. En febrero, cuando el escándalo de la UPAD arreciaba, muchos celebraron cuando el presidente Alvarado le encargó a Rodolfo Méndez Mata elaborar una propuesta para mejorar la gobernanza del Poder Ejecutivo. Desde entonces, muchos han señalado que al gobierno «le faltan canas», en clara referencia a figuras de peso que puedan ayudar a reencauzar el rumbo. Pues creo que por ahí va la solución al problema de falta de liderazgo presidencial que enfrentamos.

Un gobierno tecnocrático no es anti-democrático. Es una figura legítima, utilizada tanto en países con sistemas parlamentarios como presidencialistas, en momentos en que un país atraviesa una grave coyuntura económica y política. Por ejemplo, Italia lo intentó en el 2011 con relativo éxito. E, insisto, su nombramiento, al igual de la del ministro de la Presidencia, en todo momento depende de la voluntad del Presidente.

Estoy consciente de que de las cosas que más generaron bulla en mi columna fue la sugerencia de que Rodrigo Arias fuera ese súper ministro de la Presidencia, más cuando en el pasado he sido un feroz crítico de él y su hermano. Y sigo siéndolo en cuanto al origen de la crisis fiscal que vivimos, como recién lo señalé la semana pasada en una entrevista en CNN en Español. Pero también reconozco que Rodrigo Arias es el ministro de la Presidencia más efectivo que ha tenido el país en 40 años. Tan sólo recordemos cómo guio la complejísima aprobación de la agenda complementaria del TLC en la Asamblea Legislativa: trece proyectos altamente complejos, con 38 votos exactos, incluyendo filibusterismo del PAC y un plazo límite de menos de un año para aprobar todo. Ese tipo de manejo político en medio de una negociación con el FMI y una Asamblea Legislativa fraccionada es lo que urgimos en este momento. Ni él ni nadie en sus cinco sentidos está proponiendo enfrentar esta crisis de la misma manera que se hizo en el 2009. Además, Rodrigo Arias representa al partido con la mayor representación en la Asamblea Legislativa, lo cual considero que es un elemento importante para garantizarle más efectividad a la apuesta de un gobierno tecnocrático. Aún así, como lo señalé en la columna, su nombre es una sugerencia. Bien podría ser Mendez Mata, Rolando Laclé u otra figura de peso y experiencia que escoja el Presidente.

Cierro señalando de nuevo que fui imprudente con la manera en que presenté la columna. Me disculpo por ello. Pero temo mucho por la crisis que se nos viene encima y quiero que como país hagamos lo posible para evitar eso. Si mi propuesta de un gobierno tecnocrático no es de recibo, pues pensemos en otras posibles soluciones. Pero en algo sí voy a ser vehemente: Costa Rica no merece seguir por el rumbo por el que nos llevan.

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