A nivel internacional, visto desde afuera, nuestro país podría parecer un oasis en medio del desierto, esa excepción a la regla de la pobreza extrema y la guerra perpetua que nos viene a la mente cuando se habla de Centroamérica. Es sabido que Costa Rica posee cierto renombre, es un lugar bien visto en términos generales, se le relaciona con naturaleza, montañas, playas, animales exóticos y belleza exuberante. Pero los que vivimos, nacimos y crecimos acá deberíamos ser consientes, hoy más que nunca, de que ese espejismo, esa “Suiza centroamericana” no es lo que aparenta. Nos vendemos como un cuasi paraíso en donde todo funciona más o menos bien, el “pura vida” se siente en el aire que respiramos como el delicioso néctar de las flores en una brillante mañana en el campo… los unicornios tal vez existen en Costa Rica.
El presidente dijo en un discurso que quería vernos a la par de Corea del Sur o de Suiza en cuanto a desarrollo, pero se le “olvidó” mencionar que ni él ni prácticamente ningún gobernante en la historia del país ha realizado los actos concretos necesarios para tener el nivel de vida y riqueza de estas naciones. Esos actos concretos se resumen en una palabra: liberalismo. En este momento histórico, se está mostrando ya en todo su esplendor esa bomba de podredumbre que llevábamos por dentro, como cuando se tiene una enfermedad a nivel interno cuyos síntomas se ven cuando está muy avanzada, así mismo a Costa Rica le está reventando en la cara un complejo cuadro sintomático cuyos principales protagonistas son el déficit fiscal y la corrupción. Dos hijos bastardos de eso que llamamos socialdemocracia, (o de cualquier otro engendro que lleve en su título “social-algo”). Gigantescas ambiciones, la fatal arrogancia como lo llamo Hayek de querer meter mano en todos los aspectos de la vida en sociedad, el creer que el omnipotente y omnipresente Estado iba a venir a cobijarnos con su poderosa y resoluta mano, no ha hecho más que acumular pus en esta herida sangrante que está a punto de volverse una gangrena.
No pretendo entrar en demasiados tecnicismos, solo armaré una línea argumental que puede comprobarse con una sencilla búsqueda en internet: ¿a qué se debe la molestia que vive el pueblo costarricense actualmente? Pues se debe al paquetazo de impuestos que el gobierno quiere recetarnos en la negociación con el FMI, y entonces, ¿para qué negocia el gobierno con el FMI?, pues lo hace porque no le alcanza el dinero que recauda mediante su poder de imperio (impuestos) para financiar todo un complejo entramado de instituciones y organismos públicos, además de pensiones de lujo y regímenes laborales exclusivos y con privilegios. Este cuerpo de entes públicos no ha parado de crecer a lo largo de las décadas, y no tiene intenciones de hacerlo, a pesar de que a los contribuyentes cada vez se nos extraen nuestras rentas con mayor voracidad para sostenerlo, y a pesar también de que muchos de estos entes públicos son básicamente cadáveres inútiles que ya hace mucho tiempo dejaron de cumplir el objetivo por el cual fueron creados (si es que se justificaba su creación en un inicio). Aquí por ejemplo, una simple pero reveladora pregunta: ¿para qué necesita el Estado Costarricense (o cualquiera otro) crear y mantener una fábrica de licores?, ¿no es algo contraproducente, puesto que también tenemos al IAFA que lucha precisamente para que la gente no se vuelva alcohólica?
Ahora, sabiendo que no alcanza la plata para mantener a toda esta estructura, ¿Cuál debería ser la posición del gobierno?, los que abogamos por el liberalismo, creemos que lo peor que pudo haber hecho el señor presidente era justamente lo que intentó hacer: subir aún más los impuestos para (según él) recaudar más. Pero esto tiene un problema. Decía Von Mises, que el liberalismo es la aplicación práctica de los conocimientos de la ciencia económica, pues bien, se sabe mediante el concepto económico de la curva de Laffer y mediante la experiencia empírica que subir la carga tributaria no necesariamente es equivalente a aumentar la recaudación, y más bien se llega un punto de la curva en la cual un aumento de las cargas tributarias produce resultados indeseados (para el gobierno) o sea, disminuye la recaudación. Ningún gobernante responsable y sensato desea poner una carga desmedida sobre los hombros del pueblo. Pero nuestro gobernante cree que los irresponsables somos nosotros por no querer más impuestos…
La vía correcta para Costa Rica es disminuir el gasto público, y sí se puede hacer, faltan pantalones y voluntad política, ambas características que no tiene nuestro gobierno. Y si esto fuera poco, este tamaño gigantesco del Estado también favorece la aparición de redes de clientelismo político, de mercados negros y de corrupción, pues entre más enmarañado sea un trámite, más propensión existe a querer hacer las cosas por la vía fácil (sobornos y compadrazgo por si no queda claro), ya sea de parte del empleado público o de quien necesita el servicio de este último. El banco Anglo, la trocha, el cementazo por decir solo tres ejemplos son el tipo de cosas que hacen que el dinero no alcance. ¿Y todavía sale este señor a pedirnos más esfuerzos?, ¿tiene el gobierno la credibilidad moral y el fundamento técnico para pedir un aumento de las cargas impositivas? La respuesta es un rotundo no.
En esto nos afirmamos los liberales para justificar la necesidad de nuestra filosofía tanto en el poder ejecutivo como en la asamblea legislativa, nosotros abogamos por un Estado mínimo, pequeño, lo más eficiente y con el menor gasto posible, que no sea una carga para quienes lo financiamos: todos los contribuyentes. Es necesario reducir los impuestos, (paraíso fiscal dirían algunos) para fomentar la creación de nuevas empresas y el emprendimiento, que el empresario tenga presupuesto destinado a contratar y no a pagar impuestos, este es el camino, estos son los empleos reales, aquellos que generan riqueza y dan un servicio real a la sociedad, así fue como lo hicieron en Corea del Sur. Así fue como lo hicieron en los países nórdicos.
Dejémonos de sentimentalismos falsos, una institución como RECOPE no es “de todos los costarricenses” más bien es sostenida por el grueso del pueblo, para pagar abusivos privilegios a una minoría privilegiada mediante una convención colectiva verdaderamente obscena. Monopolios como este deberían abrirse a la competencia para mejorar la calidad del servicio y por ende el precio al consumidor, lo mismo con el arroz y la caña de azúcar por ejemplo.
Hace dos o tres décadas Nueva Zelanda tenía problemas muy parecidos a los nuestros. La Costa Rica de hoy es como una copia al carbón de aquel país en ese entonces. Actualmente, nueva Zelanda es el país con la mayor calidad de vida del mundo. Tomaron la vía del liberalismo, no fue fácil, no fue rápido ni milagroso, pero lo lograron. Este país sirve de ejemplo para darnos cuenta de que si se puede revertir nuestro destino. El cáncer del colectivismo ya hizo metástasis en Costa Rica, es hora de cambiar de mentalidad. Somos como alguien que está viviendo con respirador artificial, la quimioterapia que puede reparar este caos es el liberalismo.