El Gobierno hoy ha dicho hoy que está considerando la posibilidad de solicitarle a las personas un carné de vac****ón antes de ingresar a los comercios.
El objetivo último de estos pasaportes o carnés es ejercer presión para forzar la voluntad y la conducta de una persona.
Y todos aquellos que no acepten modificar su voluntad o conducta, para introducir una sustancia en su torrente sanguíneo, estarán relegados al ostracismo.
La suspensión de sus derechos y libertades como consecuencia de los pases sanitarios, hará de tales individuos sufrir una “muerte civil”.
Los “pases” conllevan una horripilante idea: que el Estado puede obligar a las personas a realizar acciones contra su voluntad por su propio bien.
Lo atroz de este pensamiento eriza el pelo de la nuca.
Que el Estado lo obligue a usted a realizar algo en contra de su voluntad, por su propio bien, nos conduce a una cámara de horrores.
Un requisito indispensable para que exista una sociedad libre, es que el Estado no posea de manera ilimitada poderes y coaccione a su antojo, mediante una justificación que siempre será loable.
Si el representante estatal pudiese entrar en los recintos privados (sin orden, ni sospecha de delito), de seguro se atraparían muchos asaltantes y asesinos.
Sin embargo, no se le otorga al Estado ese poder porque se entiende que hay un valor aún más alto que proteger; como lo es la inviolabilidad del domicilio y el resguardo de la privacidad. Y se considera que estas libertades y derechos ayudan a construir una sociedad más libre y próspera.
De igual manera, permitir que el Estado puede obligar a una persona a realizar acciones contra su voluntad, con el propósito de protegerlo, destruye los fundamentos de una sociedad libre.
Dijo Milton Friedman:
«(Si el gobierno tiene la responsabilidad de proteger nuestra salud) la lógica seguramente pediría que se nos proteja del uso de bicicletas peligrosas” (Friedman, Milton, and Friedman, R.D., Free to Choose: A Personal Statement, p. 226
Y Rothbard dijo:
“El libertario (…) no quiere poner al hombre en una jaula. Lo que desea es que todos gocen de libertad, libertad de actuar en forma moral o inmoral, según la decisión de cada uno.” (Murray Rothbard, El Manifiesto Libertario, p. 142)
La lógica de prohibirle algo a un hombre por su propio bien lleva:
“(…) directamente a la jaula totalitaria, en la que el Papá Gobierno le dice exactamente qué debe hacer, cómo gastar su dinero, cuántas vitaminas debe ingerir, y lo obliga a obedecer los dictámenes del Estado.” (Ibid. p. 150)
La idea que subyace en los llamados “pases sanitarios” es que somos ratas de laboratorio y que se nos puede condicionar para realizar o no hacer algo.